19 jul 2007

Julio-Agosto


SE BUSCA PAST@R

Comentaba con una hermana lo difícil que es encontrar pastor en una de nuestras Iglesias, y lo exigentes que nos volvemos queriendo al pastor perfecto (cosa inexistente) sabiendo a ciencia cierta que nuestra congregación es perfecta, madura y “con mucho potencial” (cosa inexistente también).

Entre las exigencias está que nuestro pastor no sea muy joven pues si es así carecerá de experiencia, que no sea muy viejo para no tener que jubilarle enseguida o en su defecto que pase a la presencia del Señor y tengamos otra vez que bregar con otra Comisión Pro-Pastor. A ser posible, que tenga todas las titulaciones habidas y por haber de todos los Seminarios Bautistas que existen, pero que no sea demasiado intelectual porque luego sus predicaciones tienen mucho nivel y los incultos como yo no captamos…. Que sea tradicional pero con algún toque de modernidad al uso. Que sea español porque así ya conoce nuestras costumbres y será más fácil la adaptación pastor / congregación, o mejor, que sea extranjero porque al no conocer a nadie todo será nuevo para él y será más fácil la adaptación congregación / pastor. Que impresione a los hombres y bese a las ancianitas porque al revés estaría mal visto. Que agrade a las mujeres y achuche a los niños porque al revés también estaría mal visto. Que sea simpático pero no demasiado para no perderle el respeto o mejor que sea serio pero no demasiado porque asustaría. Que tenga autoridad pero sin mandar. Que mande sin tener autoridad, que nos visite, nos mime y nos arrope ¡valeee!...

Y yo ingenua, le pregunté a mi interlocutora ¿en la lista de exigencias a estos candidatos a pastores ¿está incluido si aceptarían el Ministerio Pastoral de las Mujeres? ¿El quéee? Si, que si algún día una joven le dice que siente el Ministerio y quiere ir a estudiar a un Seminario, ¿la apoyaría? Porque, ya sabemos que las mujeres en la Iglesia son animadas a cuidar niños si son casadas o de mediana edad, a cantar en el grupo de alabanza si son jóvenes, diaconisas encargadas de los arreglos de la Santa Cena y los centros de mesa si tienen una edad apreciable y todas, todas, invitadas a limpiar la Iglesia sea cual sea su condición o estado civil.

Debéis saber que son muchos todavía los que no creen en la posibilidad de que el Espíritu Santo reparta dones por igual a todos, hombres y mujeres. Conozco a pastores de nuestro entorno que no aceptarían el pastorado de una mujer pues no lo consideran bíblico, ya que colocaría a dicha mujer en una posición de autoridad por encima de los hombres, especialmente de su esposo, como si ser pastor significara estar por encima de algo o alguien. Un pastor conocido y respetado por mi, no acepta que una mujer soltera sea diaconisa de su congregación, pero sí un hombre soltero, según él en la Biblia lo dice ¿?

No quiero ni hablar de las iglesias pastoreadas por hermanos del este de Europa en donde las mujeres no tienen ni voz ni voto o el machismo que ejercen hermanos de algunos lugares de sur y centro América (salvo honrosas excepciones como Puerto Rico en donde más del 45% del pastorado es femenino), que, siendo muy espirituales, no se han parado a pensar en la posibilidad de la igualdad entre hombres y mujeres. Hay que convencerles con paciencia que la autoridad del hombre sobre la mujer es cultural no bíblica.

Afortunadamente sé que los pastores más jóvenes aceptan sin problemas que una mujer tenga responsabilidades en cualquier lugar de la iglesia y quiero pensar que ya son la mayoría.

¿Os habéis preguntado si viniera alguien que nos dijera algo así como que un negro no puede ser pastor o que un negro soltero no puede ser diácono o que los negros tienen que limpiar la Iglesia? ¡qué escándalo!, le tacharíamos de racista y anti-cristiano, Martin Luther King se revolvería en su tumba, pero eso se dice de las mujeres y nos da igual, lo asumimos perfectamente. Pues ya está bien.

Añadamos a nuestra lista de exigencias sin límite a nuestro asustado candidato la de: ¿acepta usted el Ministerio Pastoral de las Mujeres? Es una pregunta importante, porque antaño, la Pastora era la mujer del Pastor y reconociendo y admirando el trabajo realizado por estas mujeres que sufrieron con sus maridos los problemas del ministerio y pocos de sus goces, debemos revisar este concepto. Los tiempos han cambiado y si la esposa del pastor quiere ser considerada pastora, séalo por méritos propios, por su propia vocación, llamamiento y estudios y no, por estar casada con él. Ya que esto, sería injusto para las pioneras (por lo menos en España) que están dedicando años para sacar su Licenciatura y completar sus estudios Teológicos.

En el siglo XXI, la Pastora debe ser la que tiene un llamado de parte de Dios, se prepara espiritual e intelectualmente para ello y se pone al frente de una congregación, sea soltera o casada, es decir, como los hombres. Tengamos los mismos privilegios que los varones pero también, esforcémonos de la misma manera que ellos se esfuerzan.

Porque al fin, lo que queremos todos es que el pastor llegue a querernos y nosotros llegar a quererle para juntos servir y trabajar. Y que nuestra Iglesia Local que es también nuestra casa, vaya creciendo de gloria en gloria y sea de buen testimonio en la Comunidad ya que eso es lo único que importa.

Lola Sánchez.

Mayo-Junio


Editorial

Tenemos que reconocer que la imagen de portada es impactante. Cuando Manolo Ordax nos propuso esta portada, y Elisa daba el visto bueno, porque reflejaba muy bien el tema que queremos tratar, yo dudé. A la hija de Manolo, Ainoa, de 8 años, le daba mucha pena y a mí me resultaba demasiado realista, he de admitirlo, porque cuando esa imagen la vemos por la calle miramos para otro lado.

Abordamos la Obra social entre marginados, a través del trabajo de “Misión Urbana”, el Centro “El Buen Camino”, la “Casa del Alfarero” y la experiencia del ministerio en la cárcel de Brenda Anderson.

Nos preguntamos cuáles son las motivaciones que nos llevan a trabajar en Obra social y en Evangelismo. La motivación correcta es muy importante porque determina nuestros objetivos, nuestro mensaje y nuestros métodos.

De entre varias motivaciones destaca la obediencia. El Señor nos lo manda. Sin embargo, no parece ser suficiente como motivación. Si sólo lo hacemos por obligación, nuestra acción evangelizadora y social será forzada, sin entusiasmo.. Necesitamos abrir los ojos ante el mundo que nos rodea y amarlo como Cristo lo amó.

La compasión es otro motivo fundamental para nuestro ministerio, pero si la compasión no es encauzada por otra motivación mayor, nos llevará al sentimentalismo, y a una obra centrada en el hombre. Necesitamos una tercera motivación que ponga nuestra mirada en Dios mismo, y así encaucemos bien las anteriores motivaciones.

Lo que debe impulsarnos a la evangelización y a la obra social más que cualquier otra consideración es el amor a Dios. Desde ahí encontraremos el equilibrio entre el celo por el nombre de Dios, y un amor entrañable por los hombres. Desde ahí, desde el amor a Dios, no sólo sabremos cuáles son nuestras motivaciones sino que viviremos por ellas.


Fraternalmente
Lucía González - Directora