6 may 2007

Marzo-Abril 2007

La valentía en femenino

En medio de un ambiente agitado, la mujer cristiana es promotora de valores. Atrévete a vivir según tus principios
¿No te parece que hoy priva en el ambiente una actitud intolerante hacia la religión, curiosamente en nombre de la tolerancia? El famoso “vive y deja vivir” sobrevive hoy como una actitud relajada ante la religión, basada en la premisa de que sólo una espiritualidad que no exija nada es posible en la sociedad, dispuesta a transigir en sus creencias. Quien mantiene convicciones religiosas profundamente arraigadas es vista como sectaria, intolerante, fundamentalista, fanática o terriblemente tradicionalista. Dirán que perteneces a la prehistoria; en suma, un riesgo para la convivencia.
Analicemos por un momento lo qué significa ser una mujer de principios, a pesar de que a veces el entorno -tan revuelto y desorbitado- nos desoriente.
Una mujer de principios se caracteriza por ser una mujer de convicciones profundas que no ceden ante la moda o presión de la sociedad en la que se mueve. Su rasgo principal es la verdadera fe, que la lleva a poner por obra el mandamiento cristiano del amor.Porque, en una mujer de principios, sus convicciones son prácticas. Es decir, vive en el mundo con naturalidad, como todas, pero con un sentido de integridad diferente. Esto se ve, por ejemplo, en la sencillez con que viste o la delicadeza en el trato que tiene para con los demás.Sus convicciones son reales, las cree, las vive y, por eso, puede transmitirlas y enseñarlas a otros. Una mujer de principios sustenta su conducta por verdades con las que se puede de una manera segura conducir la propia vida sin caer en idealismos o posturas falsas.Si como mujer te niegas a tener una conducta que viene desde el amor y va hacia el amor, entonces no podrás ser una mujer de encuentro, pues tu capacidad de entrega quedará encapsulada en el egoísmo.
Esa enseñanza del amor es la fuente de donde nacen los valores que debes promover en tu propio ambiente. Una mujer de principios no es una fanática, es una mujer que ama.¿Cómo vivir esos valores, afincados en el verdadero amor, en la verdadera caridad? Vienen a cuento las palabras de San Pablo, custodiadas por el Magisterio de la Iglesia: “La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo parcial".
Por eso el Apóstol había escrito inmediatamente antes: “Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe, y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha”.
Es hermoso ser mujer y descubrir esa capacidad innata que tenemos para llevar el amor, para ser mujeres valientes. El don de la vida humana es eso, un verdadero regalo. Tú tendrás muchos sueños, pero ten presente siempre, que tus sueños han existido mucho antes en la mente de Aquel que por Amor te creó.
Sheila Morataya

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